Espartaco, Sangre y Arena.
Capua, sur de Italia, sobre el 73 a.C.
Un sol de justicia… La arena… miles de rostros y brazos difuminados conforman el óvalo que envuelve a dos hombres musculosos y ágiles. El público enfervorecido les jalea y les increpa… Fintas, saltos, volteretas, estocadas y algún pinchazo se prodigan en escena. De repente, uno de esos tajos de espada etrusca acierta de pleno en el tórax de uno de esos dos hombres, liberando un borbotón de sangre que se derrama como una ráfaga salpicando toda la pantalla…
Spartacus, Blood and Sand es una serie televisiva de 13 episodios producida por la cadena Starz (U.S.A.) que recrea la captura y adiestramiento del legendario gladiador Espartaco hasta que éste se amotina. No es una serie que refleje la historia completa del personaje, sino sólo una parte esencial de la misma.
El Espartaco histórico fue un auxiliar tracio (hoy Bulgaria) de las legiones que desertó. Al ser capturado, y no ser ciudadano romano, fue condenado a trabajos forzados en unas lcanteras de yeso.
Su fortaleza física, aunado a sus obvios conocimientos militares, propiciaron que un lanista de Capua llamado C. Cornelio Léntulo Batiato lo adquiriese para su escuela de gladiadores. Esta es la etapa que veremos en la serie que actualmente emite Cuatro.
En principio, el “dramatis personae” es diferente a los que aparecen en la gran novela de Howart Fast en la que se basó Stanley Kubrick para rodar su Espartaco en 1960.
Además del héroe tracio (el papel de Kirk Douglas ahora lo interpreta Andy Whitfield), en la serie también aparecen su compañero Crisus y el mencionado lanista Batiato (inmortalizado para el celuloide por Peter Ustinov en la película de Kubrick y protagonizado aquí por John Hannah, el segundón de La Momia), el despiadado instructor de los gladiadores, Doctore (en esta serie afín a Espartaco) y el legado Claudio Glabro y su caprichosa esposa Lithia (la atractiva actriz australiana Viva Bianca)
Como novedad nos encontramos a la ambiciosa esposa de Batiato, Lucretia (Lucy Lawness en la serie, conocida por su papel como Xena la Princesa Guerrera) y echo en falta a Varinia, su futura compañera de viaje, y a Marco Licinio Craso, pieza indispensable en las obras de Fast/Kubrick que tan bien encarnó Sir Lawrence Olivier.
La puesta en escena de la serie es bastante fiel al estilo directo y explícito que impera hoy en día en este tipo de producciones épicas. Al igual que vimos en 300 (a la que copia descaradamente) o en la británica Centurión, litros y litros de sangre de diverso espesor se vierten sin el menor reparo, acompañados por alguna que otra disputa morbosa y mucha carne turgente en movimiento.
Como ingrediente extra a tanta violencia, las escenas subidas de tono se cuelan entre tanto músculo sudoroso y sangre por doquier, algunas adecuadas e incluso apropiadas, pero otras quizá poco verosímiles. No soy yo quien para juzgar si ese erotismo implícito es correcto o no; personalmente, pienso que si muestra y caracteriza a la turbia sociedad de aquel momento (crisis de los viejos valores en plena guerra civil en Hispania entre Pompeyo y Sertorio), carente de nuestras ataduras morales judeocristianas, es correcto, aún si llega a escandalizar a quien no conozca en detalle cómo era la Roma de finales de la República.
El vestuario es discreto, casi diría ausente en muchos pasajes, con algunos errores de equipamiento en las tropas de Glabro, así como la parca ambientación de la escuela y los exteriores de Tracia o Capua.
Un detalle que me sorprendió es que nos presentan anfiteatros cuando aún no existían (los gladiadores luchaban en ruedos desmontables en las plazas que, para poder limpiar sus losas mejor una vez acabado el espectáculo, se cubrían previamente de arena; de ahí procede el nombre del coso)
Grabada en Nueva Zelanda con buenos medios, el abuso de efectos especiales hace que los verdaderos detalles que enriquecen estas obras pasen desapercibidos. La cámara lenta en cada combate sanguinario, los tonos pasteles o la perfección corporal enfermiza enturbian la atmósfera de la época; obviamente, la escuela de gladiadores de un discreto lanista de Capua en el año 73 a.C. sería de otra manera…
Andy Whitfield tiene cáncer; esa es la razón por la que Starz ha grabado Spartacus, Gods of the Sand, una derivación previa a los hechos de la serie en la que no aparece el personaje de Espartaco, a la espera de que el tratamiento agresivo que está recibiendo el actor galés dé su fruto y pueda volver a los platós.
En resumen, si te encantó la novela de Howart Fast (que recomiendo encarecidamente) y la posterior joya cinematográfica de Kubrick, si te escandaliza ver como una esclava toquetea a su ama mientras otra esclava estimula a su amo durante una conversación normal, o te resulta desagradable ver desnudez, coyunda, sangre y vísceras a borbotones, no veas Spartacus, Blood and Sand.
Ahora, tampoco quiero demonizar a la serie por su exceso de violencia y sexualidad gratuita, pues para los amantes de la acción y el erotismo tiene algunas escenas memorables; no es tan equilibrada en diálogo y contenido como Roma de HBO, pero tampoco es tan inverosímil y maniquea como la Hispania de Antena 3.
Nota:
Howard Fast escribió Espartaco en 1951 estando encarcelado por su militancia en el Partido Comunista de Estados Unidos. Hombre hecho a sí mismo y prolífico escritor, debido a sus ideas políticas fue machacado por la administración estadounidense, llegando a boicotear la publicación varios de sus libros. Su obra maestra es Espartaco, una alegoría a la lucha por la libertad que muestra la vileza de una sociedad caprichosa y opresora que vive del indefenso y el ignorante.
Howard Fast escribió Espartaco en 1951 estando encarcelado por su militancia en el Partido Comunista de Estados Unidos. Hombre hecho a sí mismo y prolífico escritor, debido a sus ideas políticas fue machacado por la administración estadounidense, llegando a boicotear la publicación varios de sus libros. Su obra maestra es Espartaco, una alegoría a la lucha por la libertad que muestra la vileza de una sociedad caprichosa y opresora que vive del indefenso y el ignorante.
Muchos de sus detractores defendían que Fast equiparaba la antigua Roma a los Estados Unidos. Sirva de referencia su dedicatoria:
Para los que me lean se sientan con fuerzas para afrontar este incierto porvenir nuestro y sean capaces de luchar contra la opresión y la injusticia
Fue Kirk Douglas (hijo de inmigrantes rusos) quien convenció a la Universal de que convirtiesen esta novela en una película y, tras algunas dudas, optaron por contar con Stanley Kubrick para rodarla. El resultado fueron 4 Oscars y una de las joyas del cine épico.
Colaboración de Gabriel Castelló