"De aquí a la eternidad" (1953), rompiendo tabúes
Sábado, 1 de Agosto de 2009
Querido Teo:
“He detestado "De aquí a la eternidad", melodrama militarista y nacionalista que conoció, ay, un gran éxito.”(Luís Buñuel)
La novela que la inspiró se publicó en 1951 y poco después todos en Hollywood estaban de acuerdo: era impensable llevarla al cine. El vocabulario era el más directo sobre sexo de toda la literatura usamericana hasta entonces y describía con una procacidad desconocida. El argumento saltaba entre dos relaciones, una con mujer casada, y la otra con una prostituta. Las organizaciones moralistas aceptan libertades en la literatura que estaban vedadas para el cine, al que se exponen ciudadanos menos sofisticados. El argumento rezumaba además anti-militarismo por el simple hecho de reflejar con fidelidad los abusos de autoridad, las injusticias y corrupciones que abundan en el ejército. Washington iniciaba la guerra en Corea, colofón de la II guerra mundial, para demostrar hasta donde se estaba dispuesto a llegar por contener la ideología comunista. Los miembros de la comisión de censura de la oficina Heyss se hubieran inmolado como bonzos antes de permitir que se mostrara a los espectadores el tipo de ejército en el que se pedía a sus hijos que se alistaran. Cuando el gran jefe de la Columbia, Harry Cohn, pagó más de ochenta mil dólares por los derechos, comenzó a correr la broma de que no había entendido la obscenidad de la novela porque la suya en estado natural era superior. Lo cierto es que se sintió desafiado por las dificultades, pero sin prever que acabaría produciendo el mayor éxito de la historia de su Estudio, con dos secuencias que han quedado en la memoria del siglo XX: un beso en una playa entre Burt Lancaster y Deborah Kerr y el toque de silencio de Montgomery Clift por un amigo muerto.
El trabajo comenzó retocando los personajes. La prostituta pasaría a ser una “princesa” del alterne en espera de redención, la adúltera pagaría su pecado y el capitán corrupto no sería ascendido como ocurre en la novela. La comisión militar encargada de dar luz verde al uso de sus soldados como figurantes y del cuartel de Schofield Barracks, la localización hawaiana de la historia, exigió la desaparición de todas las obscenidades cuarteleras, que no se filmara el interior del calabozo en la prisión militar y otra docena de modificaciones más. El director seríaFred Zinneman, bregado en el departamento de documentales y capaz de aprovechar la luz al máximo o de convertir a unos pocos figurantes en una multitud echándolos sobre la cámara. Su planificación permitió rodar todo el metraje en menos de seis semanas y con un coste mínimo. El reparto fue un prodigio de riesgo aparente, una vez descartadas las primeras opciones. Ni Montgomery Clift parece un ex boxeador, ni Donna Reed deja de parecer una señora burguesa en vez de puta, ni, en particular, había espectador capaz de pensar en la virginalDeborah Kerr, como una “mantis” devoradora de soldados entre las sábanas. Desde luego el propio Cohn poco menos que insultó al representante de la actriz cuando este se lo propuso, y costó convencerle para entender la cualidad de una apuesta así. Frank Sinatra fue el último en ser elegido tras muchas dudas y algunas presiones.
Apenas habían pasado tres meses desde el final del montaje cuando Harry Cohn sorprendió a todo el mundo. Zinneman recibió en su casa de Los Ángeles una llamada desde Nueva York el cinco de Agosto de 1953. Era Marlene Dietrich para decirle que “De aquí a la eternidad” se había estrenado en el cine Capitol de Broadway. El director austriaco empezó a soltar imprecaciones porque no había sido informado, no se había hablado del estreno. Nadie estrenaba producciones importantes un 5 de Agosto, sencillamente porque entonces las salas no tenían aire acondicionado y Manhattan disfruta de un verano tan húmedo como agobiante. No se había hecho ninguna promoción, ni entrevistas ni llegada de las estrellas en limusinas a los pies de la alfombra roja.
La Dietrich no tardó en aplacar el enfado del director contándole que había pasado por la zona y había una cola que daba la vuelta a toda la manzana, para asistir a un pase extra ¡a la una de la madrugada!. El resto fue una sucesión de éxitos imparables. El propio Capitol amplió su horario para dar un pase tras otro, mañana, tarde y madrugada, con el tiempo justo para limpiar la sala. Hubo pocas personas que coincidieran con la opinión de Buñuel. Con una unanimidad poco común la crítica y el público llenaron las salas durante meses. Había costado, copias y publicidad incluidas, alrededor de dos millones y medio de dólares. Cuando terminó su periplo por el circuito de estreno había alcanzado más de diecinueve millones. Ninguna película había logrado algo semejante en esa proporción. Su rastro sobrevive en la playa de Hawai donde se rodó la secuencia erótica, donde los turistas siguen haciendo fotos del recuerdo.
Camino hacia la Cultura, con César Vidal - 15/06/09