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    No hay salas para tanto cine (español)

    No hay salas para tanto cine (español)

    El sector rodó 173 filmes en 2008 gracias a las ayudas oficiales, más que EE UU o Francia por habitante - Muchas ni se estrenan

    JAVIER MARTÍN 21/05/2009

    ¿Recuerda Cinmart? Sí, hombre, esa película española a la que acudieron 19 personas. ¿Fue tal vez una de las 17 que vio Estrella P? Premio para la película, porque al Feliz monicaco no fue nadie. Éstas son algunas de las 100 películas españolas que no se han estrenado o que cosecharon menos de 100 espectadores en los últimos años.

    Nueva entrega de Spain is different: cada año va menos gente al cine, pero se ruedan más títulos. La producción española no decae ni en tiempos de crisis, ajena al mercado y, sobre todo, a los gustos del público.

    "Sí, rotundamente sí. Se han hecho demasiadas películas el pasado año y el anterior y se continúan haciendo en éste", reconoce Pedro Pérez, presidente de la Federación de Asociación de Productores Audiovisuales de España (FAPAE). "No caben 173 películas españolas en las salas".

    Coincide con él Carles Josep Solsona. "Tanta película no tiene salida". Solsona es director general de la Asociación de Productores Independientes de Cataluña (APIC). "Y si tienen salida es en condiciones muy difíciles. Se estrena fatal, en malas fechas y pocas salas".

    Quizá para explicar el fenómeno de tanta película española que no se proyecta o que atrae a menos de 100 personas hay que recordar el sistema de ayudas oficiales a la industria del cine. Ayuda del Gobierno central, ayuda de los Gobiernos autónomos, ayuda, por obligación legal, de la televisión pública estatal, de las autonómicas y de las privadas... Así hasta tener la sensación de que igual se hace cine como se cultivaba el lino, para recaudar subvenciones, aunque luego ni se recoja el lino ni se proyecten los filmes.

    "Se hacen demasiadas películas, pero de ahí a que alguien plantee una película para recoger subvenciones...", dice Solsona. "Es un sector de artistas y cada cual quiere hacer su película. Es un sector minifundista, como en otros países, porque el artista se hace productor para sacar adelante su película, en la que confía ciegamente".

    Lo ratifica Pedro Pérez: "No me he encontrado ni un solo director, ni un solo productor que piense que la suya no va a tener éxito. En una película trabaja mucha gente, pero no es una obra colectiva. Es una obra del director y como la pifie no hay quien levante el largometraje por muy buen guión que haya".

    Cualquier rodaje en España, al margen de su calidad, tiene derecho a que la Administración central le dé (previa justificación) el 15% de la taquilla (con límite de un millón de euros) y el 33% de la inversión del productor, aparte ayudas autonómicas y de televisiones (203 millones en 2008). En total, el dinero oficial no puede sobrepasar el 50% del presupuesto de una película. El pasado año, el coste medio fue de 2,7 millones de euros y la subvención media de 780.000 (28,8%), según datos del Ministerio de Cultura.

    Siempre ha habido ayudas al cine, pero las de las televisiones no se implantaron por ley hasta 1999. Pronto se vieron los frutos: de producir 65 títulos en 1998 a 106 en 2001. Pero el incremento de títulos no repercutió en el taquillaje. Hoy, pese al aumento de la población en cinco millones, hay cuatro millones menos de espectadores y 108 películas más, una sinrazón. Otra, Cataluña produjo el año pasado más filmes que el Reino Unido (77 contra 66), al margen de coproducciones.

    Carnaval de Sodoma, Arañando las puertas de la noche, Desnudos, desnudos, Los guerreros del Apocalipsis... ni por el título cuelan. Ninguna de ellas, según datos oficiales, llegó a estrenarse. Tampoco Manolete, rodada en 2006 con Adrien Brody, Penélope Cruz, Santiago Segura, Juan Echanove, con problemas entre los técnicos y el productor. Año tras año, alrededor del 20% de la producción nacional no llega al cine o reúne a menos de 100 espectadores.

    Tanto Pérez como Solsona creen que en otros países ocurre lo mismo respecto al rechazo del público. "La crítica cinematográfica más escueta que jamás he leído la publicó un periódico inglés", recuerda Solsona. "Decía simplemente: 'Hoy se estrena en Londres esta película. ¿Por qué?".

    Pero un largometraje no es el lienzo de un pintor, cuesta muchos miles de euros. ¿Qué pasa con el fracaso económico? En teoría más de una productora debería quebrar cada año, pero no. "Tienen más de un producto y cubren gastos unos con otros", aclara el misterio el presidente de todos los productores. Pablo Llorca lo pone todo de su bolsillo, "con mi otro trabajo". Es director y productor de Uno de los dos no puede estar equivocado (273 espectadores). "Soy productor para dar cobertura legal a mis películas". Lleva seis y nunca ha solicitado una ayuda. "De cada título hago cinco copias, una de ellas para cineclubes; y voy bastante por festivales". Precisamente su debut,Jardines colgantes (1993), fue destacada por The New York Times.

    El pasado año, según Cultura, se rodaron 173 largometrajes. De todos ellos, 24 tuvieron menos de 100 espectadores; otras 46 aún no se han estrenado, lo que, a mes de mayo, no presagia nada bueno. De las películas rodadas en 2007, 20 continúan sin estrenarse.

    "A mí me importan los espectadores bien poco", dice Albert Serra, director de Honor de cavalleria y El cant dels ocells. "A mí me interesa la posteridad; que hoy vaya más o menos público al cine, o que haya crisis, como director me da igual. No voy a mover ni un ápice de mi criterio artístico en función del gusto del espectador".

    Se rueda demasiado, según los productores; pero ése es sólo el segundo problema, el primero es que los españoles no van a ver películas españolas. La cuota de cine autóctono no encuentra parangón en el mundo.

    Estados Unidos, la llamada meca del cine, con siete veces más de población que España produce, sin embargo, sólo el triple de películas (520 contra 173) pese a que tendría muchísimos más argumentos para aumentar la producción. Mientras en España el cine autóctono tiene un 13,3% de cuota de mercado, en Estados Unidos las locales se llevan el 91,5%. Y el norteamericano va al cine 10 veces más que el español.

    Pero no nos vayamos tan lejos, ni al extremo, basta con mirar alrededor. En la Unión Europea de los 27 países se rodaron el pasado año 878 películas, el 14% españolas (no cuentan coproducciones), según el Observatorio Europeo Audiovisual.

    Sólo Francia (145) e Italia (128) fabrican más. El peso de producción no se corresponde en nada con el peso del espectador. Así, en Francia, que rodó 21 filmes nacionales más que España (al margen de que tenga 18 millones de habitantes más), el cine nacional recoge el 45,4% de la taquilla. En España, esa cuota nacional, pese a la excepcional producción de películas, sólo es del 13,3%. No hay país con tan poco aprecio a su propio cine (ver cuadro adjunto).

    "No es de recibo", acepta Pérez. "Tenemos que hacer autocrítica. El cine que producimos no conecta con el que quiere la gente. Eso es incuestionable; pero hay una segunda razón para ese desapego. Durante años ha habido una campaña de un grupo de comunicación para denigrar el cine español como forma de criticar a alguno de sus protagonistas porque sus opiniones -como ciudadanos, no como cineastas- no le gustaban. Y esa campaña ha calado. Dicho esto, creo que el cine español debe conseguir una cuota de pantalla del 25%. Mínimo".

    El sector español achaca parte del fracaso a la prepotencia de las majorsestadounidenses para estrenar en las mejores fechas y en las mejores salas; pero similar presión ejercen en Francia, Italia, Alemania o Rusia, países todos ellos con una mayor fidelidad a las películas del país. Esta falta de sintonía con su propio público tampoco mejora con las exportaciones. A excepción de la coproducción Vicky Cristina Barcelona(18ª en Francia), ninguna película española aparece entre las más taquilleras de otro país. No aparecen ni en España, con la excepción de la coproducción Los crímenes de Oxford, de Álex de la Iglesia (15º), y Mortadelo y Filemón, de Miguel Bardem (16º).

    De las 173 películas del pasado año, sólo 49 tenían un presupuesto superior a los 900.000 euros, según Pérez. "Los recursos son limitados y si hay que competir con lo que llega de fuera, que es lo mejor de cada país, pues resulta imposible", concluye Pérez.

    Serra produjo Honor de cavalleria con 400.000 euros y perdió dinero, "y eso que no cobró nadie". Se proyectó en Cannes y pasaron por taquilla 22.000 personas. Con su segunda película, El cant dels ocells, de 800.000 euros de presupuesto, espera salir adelante. En su faceta de productor, Serra aclara cuál es su objetivo primordial: "Producir títulos que sean inmortales. Antes veía esa pasión en otros productores, pero ahora sólo saben hablar de dinero, quizás por eso tanto nuevo realizador produce su propia película".

    Ni la emisión en televisión (que busca títulos que le den audiencia) ni el DVD pueden tapar todos los agujeros que dejó la taquilla de la sala de cine.

    La solución, según los productores, pasa por una orden ministerial que complete la nueva ley del cine. "Hay que redistribuir mejor esos recursos públicos, canalizar una parte del dinero para las telemovies (no confundir con teleseries), películas pensadas para la televisión. En Francia está funcionando".

    Solsona añade: "También se debería ayudar según la audiencia en la tele de pago o las ventas en DVD, porque la exhibición en la sala de cine va a seguir perdiendo mercado".

    "El dinero público que se destina al cine", continúa Solsona, "debe tener algún retorno al ciudadano, bien a través del éxito popular de la proyección, bien a través del prestigio que esa película pueda dar al país. Si una película no cumple ninguno de los dos requisitos...".

    A Solsona le gusta, personalmente, el concepto de subvención-semilla, "dinero que sirve para crecer y hacer posible la siguiente película hasta que, al final, no se tenga que pedir ayudas".

    "Tenemos fama de pedigüeños, pero no lo somos", se adelanta Pedro Pérez. "El dinero público del cine representa el 16% de la producción, una caspa comparada con el que, por ejemplo, el Gobierno destina a la energía eólica, y no he oído una sola voz contra estas ayudas".